El valor de la amistad
No puedo ofrecerte respuestas a todos los dilemas de la vida, ni tengo
soluciones para tus miedos o inquietudes, pero puedo ser tu oyente y
buscar contigo las respuestas.
No puedo alterar tu pasado ni tu futuro,
pero quiero que sepas que estaré aquí cuando me necesites.
No puedo prevenir tus tropiezos,
solo puedo extenderte mi mano para que te aferres y no caigas.
Tus alegrías, triunfos y logros no son míos,
pero me alegra sinceramente verte feliz.
No juzgo las decisiones que tomas,
solo me limito a apoyarte, animarte y ayudarte si así lo deseas.
No puedo evitar que te alejes,
pero puedo desearte lo mejor y esperar tu regreso.
No puedo marcarte límites en los que debas moverte,
pero te ofrezco el espacio necesario para que crezcas.
No puedo eliminar tu sufrimiento cuando el dolor te hiere,
pero puedo llorar contigo y recoger los fragmentos para reconstruir tu
corazón.
No puedo decirte quién eres ni quién deberías ser,
solo puedo quererte tal como eres y ser tu amiga.
Recientemente, he estado recordando a mis amistades más queridas.
Soy una persona afortunada: tengo más amigos de lo que imaginaba.
Eso es lo que ellos me dicen, lo que demuestran.
Es lo que siento por cada uno de ellos.
En estos días pensé en mis amigos y amigas, y entre ellos, apareciste
tú.
No estabas en la cima, ni en la base, ni en el medio.
No eras el primero ni el último en la lista.
Lo que sé es que te destacabas por alguna cualidad que has traído a mi
vida,
y no pretendo ser la primera, segunda o tercera en tu lista.
Basta con que me quieras como amiga.
Entonces entendí que realmente somos amigos.
Hoy he hecho lo que hace todo amigo: he agradecido la oportunidad de
tenerte en mi vida.
Tú has dado valor a mi existencia... has tocado un rincón de mi
corazón...
Sábado 22 de Julio 2006
|