No quiero ser un estorbo en mi
vejez
No le tengo miedo a ser anciana, no le temo a las arrugas ni a la piel
que se afloja como una sábana al viento. No me asustan los cabellos
blancos ni el paso lento de mis propios pies.
No le temo a la soledad, porque la he amado, la he hecho mi aliada, mi
refugio. Pero hay algo que sí me inquieta, algo que se esconde en la
sombra de los años que aún no he vivido: el destino.
Ese que juega con las cartas marcadas, que a veces te sienta en la mesa
con una copa de vino y otras te deja esperando bajo la lluvia sin
abrigo. No quiero ser una carga, un suspiro de resignación en la boca
de nadie.
No quiero ver en los ojos de los demás el reflejo de mi fragilidad, de
mi dependencia. No quiero que mi nombre se convierta en sinónimo de
sacrificio ajeno. Quiero ser viento, quiero ser brisa, quiero seguir
moviéndome, aunque el cuerpo duela.
Muchas estamos atravesando esta nueva etapa en nuestras vidas. Estamos
en esa edad en la que al mirarnos al espejo notamos arrugas y canas.
Vemos las jóvenes de 25 y suspiramos con nostalgia.
Pero, se nos olvida que nosotras tuvimos 25 también, del mismo modo que
ellas con suerte, algún día tendrán nuestra edad. Lo que ellas traen a
la mesa con su juventud y ansias de vivir, nosotras lo traemos con
nuestra sabiduría, experiencia y buen corazón.
Nos hemos ganado cada cana con las situaciones que hemos vivido. Si
hemos llegado a los 60, somos guerreras, somos sobrevivientes.
Aunque nuestro exterior no luzca como antes, lo dimos a cambio del
espíritu, coraje y fortaleza necesarios para entrar en esta nueva etapa
de nuestras vidas con la gracia y el orgullo de quien ha pasado por
mucho y también ha logrado mucho.
¡Nunca te sientas mal por envejecer! Es un privilegio.
Quiero que mi vejez sea un poema de libertad, un café con aroma a
recuerdos, un óleo que aún busca su última pincelada. No le temo a la
vejez…
Mi temor es perderme en un destino que no elegí.
Marian
Domingo 13 de Abril del 2025
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