Margaret

 



Margaret cumplió sus 22 años y decidió que su mejor regalo seria su completa independencia.
Así fue que con unos ahorros que llevaba varios años guardando, más el aporte de sus padres, compro una pequeña cabaña en las afueras de la ciudad.
Si bien el lugar no era un paraíso, para ella representaba la belleza absoluta porque implicaba su libertad.
No tardo mucho en acomodar sus pocos muebles y su escasa ropa.
El lugar era viejo, pero acogedor.
Un ambiente rustico, de color madera y rodeado por viejos árboles.
Unos 20 kilómetros separaban la cabaña de la gran ciudad.
Su primera noche fue genial, se acostó a la hora que quiso y miro televisión hasta el hartazgo.


Así paso toda una semana, dándose los gustos y confundiendo libertad con libertinaje.
La tranquilidad de la noche fue poco a poco calmando a Margaret.
Tanta soledad y falta de ruidos fueron opacando tanto entusiasmo por vivir sola.
Pero debía demostrar que era ya una adulta, y seguiría sosteniendo su decisión.
Una noche, en pleno invierno, mientras el hogar encendido calentaba la fría cabaña, Margaret se disponía a levantar la mesa luego de cenar sus hamburguesas con cerveza.
Tomo primero su plato y lo llevo a la cocina para luego lavarlo.
Cuando volvió a la mesa encontró su vaso caído.
Le llamo la atención, pero no le dio mayor importancia, seguramente lo había dejado mal colocado.
Termino de recoger la mesa, lavo los platos y se fue a la cama.
Eligio, esta vez, leer un libro antes de dormirse.


 
Se concentro en su lectura, hasta que un ruido en el baño le llamo la atención.
Le pareció escuchar el ruido de una gota golpeando sobre agua.
Se levanto y se dirigió hacia el baño, que tenia la puerta cerrada.
Por debajo de la puerta pudo observar como salía vapor.
Como si alguien estuviera tomando un baño de agua caliente.
Margaret se detuvo sorprendida y asustada.
Miro dos veces la manija de la puerta pensando si era mejor abrir o salir de allí corriendo.
Volvió a escuchar el ruido de una gota golpear contra el agua.
Parecía como si la bañera estuviera llena.
Temblorosa y muerta de miedo acerco su mano a la manija.
La agarro
Y girando lentamente, tratando de no hacer mayor ruido, abrió la puerta.


Una gran nube de vapor salio disparada del baño.
Era imposible ver detrás de tanto vapor caliente.
Se volvió a escuchar el ruido de otra gota golpear contra el agua.
Margaret espero unos segundos, detenida frente a la puerta.
Sus ojos se empezaron a acostumbrar a la escasa visión que la niebla de vapor permitía.
Comenzó a distinguir el lavabo.
La bañera y la cortina de baño color rosa.
Otra gota golpeo contra el agua.
Margaret junto fuerzas de donde no las tenia y se encamino hacia la cortina de baño.
De un solo tiron y bruscamente la corrió con desesperación.
El cuerpo de una mujer desnuda dormía en la bañera llena de agua mezclada con sangre.
Margaret se tapo la boca con su mano, en claro gesto de impresión.
Abrió grande sus ojos y observo a esa joven mujer que estaba muerta en su bañera.


Vio que sus muñecas estaban cortadas.
Y miro el rostro de la hermosa joven.
Y esta abrió sus ojos.
Y Margaret se fue hacia atrás.
Con todas sus fuerzas tiro todo cuanto había en el baño.
Y grito.
Y corrió hacia la escalera.
Bajo hasta el hall principal y salio fuera de la casa.
Pero donde iría? Si allí no había mas que árboles.
Se detuvo por un instante.
Nadie la seguía. No sentía ruido alguno.
Contuvo la respiración. Luego respiro hondo.
Junto coraje nuevamente y volvió a entrar a la casa.
Espió por la puerta y se aseguro de que no hubiera nadie.
Entro al hall.


Se acerco a las escaleras y las subió lentamente, atenta a cada movimiento y cada ruido extraño.
Una vez arriba, ya podía divisar desde allí el baño que aun seguía con la puerta abierta.
El vapor se había disipado.
Y podía apreciar todo lo que había tirado en su desesperado escape.
La cortina del baño lucia tirada y rota.
Despacio, paso a paso, fue dirigiéndose hacia el baño.
Se acerco a la bañera, pero esta estaba completamente vacía.
Apenas una gota caía del grifo
No había cuerpo.
No había sangre.
No había agua.
Se sentó en el piso y comenzó a llorar.
No entendía que le sucedía.
Al cabo de un largo rato, recogió las cosas del suelo y se fue a la cama.


No pudo pegar ojo en toda la noche.
Pero nada que la asustara volvió a pasar.
A la mañana siguiente su madre fue a visitarla.
Margaret le contó lo sucedido y su mama le pregunto si estaba consumiendo algún tipo de estupefaciente.
Margaret enfureció y le recrimino que nunca confiara en ella.
Luego fueron a la ciudad, de compras.
Pasaron varios días y varias noches y todo estaba tranquilo.
No había vuelto a tener ningún tipo de acontecimiento.
Poco a poco, Margaret, se convenció que había sido una visión producto de su estrés.
Un mes mas tarde, Margaret volvía de hacer las compras del supermercado.
Bajo de el taxi repleta de bolsas
Abrió la puerta de su casa haciendo malabares con una sola mano.


Cuando entro a la casa todo estaba revuelto.
La mesa había sido volteada.
Las luces rotas.
Sus sillas estaban apiladas una arriba de otra.
La leña del hogar estaba desparramado por el piso.
El pequeño sillón lucia completamente desarmado.
Dejo las bolsas en el suelo, preguntándose que había pasado.
Pensó en el robo y subió corriendo a su habitación a asegurarse que aun estuvieran sus ahorros que escondía bajo el colchón.
Entro.
El colchón estaba cubierto de sangre.
En la pared la palabra "muerte" escrita con sangre.
Se quedo congelada frente a tal escena.
Apenas si podía respirar.
Comenzó a tener frío, mucho frío.
De su boca salía humo.
Su cuerpo temblaba.
Se estaba helando.


La puerta del ropero estaba a medio abrir.
Tuvo esa sensación.
Sabia que había algo o alguien.
Camino lentamente. Y a medida que lo hacia mas frío tenia.
Sus pies parecían pisar hielo.
Sus piernas se tornaron blancas.
Se acerco al ropero.
Abrió del todo la puerta.
-Ahhh- grito
La misma joven desnuda estaba parada allí dentro.
Con los ojos bien abiertos mirándola directamente a ella.
Blanca, blanquísima.
Margaret desespero y largo en llanto.
No podía moverse, estaba completamente desorientada.
Los ojos de la joven eran enormes.
Y la miraban fijo sin pestañar.
No había movimiento.
Las muñecas estaban cortadas.


-Quien eres?- pregunto tartamudeando Margaret.
Nada. Absoluto silencio.
El llanto de Margaret era desesperante.
Estaba inmóvil por el miedo y el frió.
Pego un grito con tanta fuerza que la hizo reaccionar por un instante, pudo moverse y aprovecho para hacerse a un costado a tratar de cerrar la puerta del ropero.
Los ojos de la joven se movieron bruscamente hacia ella.
Y Margaret no lograba contener su llanto.
Su miedo era tal que ansiaba la muerte antes que seguir sintiéndolo.
Suplico.
-Por favor, déjame en paz-
Nada. Silencio absoluto.
Pero los ojos seguían clavados en ella.
Dio un pasito hacia atrás.
Los ojos no se movían, seguían fijos hacia ella.
Dio otro paso mas.
Los ojos se cerraron.
Margaret se congelo.


Pensó que era su oportunidad, de alguna manera el no ver sus ojos le daba fuerza.
Pero estos se volvieron a abrir, ahora de un intenso color rojo.
Ya no se distinguía el interior.
Eran dos bolas rojas.
-Nooooooooooo veteeeeeeeeeeee- suplico Margaret.
La joven movió una pierna.
Luego otra.
Lentamente camino hacia Margaret, quien no podía moverse.
No conseguía dejar de ver esos ojos.
la joven se acerco hasta estar frente a frente.
Ahí se detuvo. Siempre mirándola fijo a los ojos.
-Déjame, por favor- lloraba Margaret.


-Déjame-
Un año mas tarde un matrimonio compraba su primera casa.
No era gran cosa, pero era lo que habían podido conseguir con sus ahorros.
La primera noche decidieron celebrar con una cena y champagne.
Una velada romántica.
Cenaban tranquilos, cuando minutos después salieron disparados de la casa, subieron a su auto y nunca mas volverían a la casa.
Según contaron a unos pocos amigos, terminaban de cenar cuando el televisor se encendió solo.
Miraron hacia allí y vieron en el sillón a dos jóvenes de ojos completamente rojos...

 

Marian


 
 

Viernes 22 de Septiembre 2006

 

 

 

 

 

 

 

 

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