Por amor

 

Esta historia que os escribo no es como las demás que he leído. Quiero decir, no es una historia de terror, espíritus, fantasia, etc. Pero aún hoy, unos 10 años después, siento vergüenza al recordar lo que llegué a pensar en hacer.

A mi trabajo llego un un chico nuevo,  del que me enamoré. Desgraciadamente para mí, el no sentía lo mismo. Al principio, no es que no me importase (todo lo contrario), sino que, por decirlo de algúna manera, yo lo llevaba bien y aguantaba, dentro de lo que cabe, el no poder salir con el. Pero era claro que no iba a poder continuar así durante mucho tiempo.

Llegué a sentir una impotencia, una tristeza y una desesperación muy grande, que un buen día empecé a materializar lo que desde hacía algún tiempo rondaba como solución a mi estado de ánimo. Un día al salir del trabajo me acerqué a una tienda lejos de mi casa, le pedí a la dependienta unas cuchillas de afeitar, ya imagináis con qué finalidad. ¿Os dais cuenta? … ¡adiós para siempre a todo lo que conocía, familia, amigos…! Sí, yo había planteado tomar una terrible determinación.

La dependienta, me miró con cara de preocupación y sospecha. Me insinuó que era mejor las maquinillas desechables. Yo creí adivinar lo que estaba pensando. Le explique que eran para mi papa pues él era muy tradicional, ella no quedo muy convencida, pues a pesar de que finalmente me vendió las cuchillas, la expresión de su rostro no cambió.

Me fui  a mi casa, muy  tranquila teniendo en cuenta lo que estaba a punto de hacer. Sin duda, estaba decidida a dejar de sufrir. Entre en mi portal, subí en el ascensor, entré en casa, me fui al  cuarto de baño, retiré el papelito en el que estaba envuelta…Veinte, diez, cinco… Me miré en el espejo, pensando “quiero ver mi cara por última vez” … y cuando tenía el filo de la cuchilla a dos centímetros de mi muñeca izquierda, ocurrió el milagro. Me dio por preguntarme a mí misma si realmente merecía la pena lo que iba hacer. ¿Merecía la pena abandonar todas las cosas buenas que yo conocía, por lo que estaba pasando?, volví a guardar la cuchilla, cuidadosamente envuelta, en su caja. Y la tire a la basura.

Pasaron unas cuantas semanas en las que yo me pude mirar en el espejo, no me atrevía a mirarme, era tanta la vergüenza que yo misma me había hecho pasar. Afortunadamente, poco a poco empecé a ver a este chico como un compañero. Por supuesto, nunca le conté lo que ahora os cuento a vosotr@s. Sólo sé que, según dice el refrán, “lo que no te mata te hace más fuerte”. Nunca intentéis suicidaros, y menos aún por no ser correspondidos en el amor, porque llegará otra oportunidad.

 

Pudo ser tu vida, pudo ser la mía, más solo es un relato  hecho con amor, que no tiene nada que ver con la realidad, pero no por eso dejaría de ser real, espero disfrutéis al leerla, como yo al escribirla.

Marian

Martes 4 de febrero del 2025
 


 

 

 

 

 

 


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